domingo, 9 de noviembre de 2014

25 años atrás: la caída del Muro de Berlín

Rompo mi silencio bloguero después de casi un año para recordar una efeméride histórica de la que no quería dejar pasar la ocasión. Hace hoy veinticinco años, el 9 de noviembre de 1989, caía el Muro de Berlín, que dividía en dos la ciudad y Alemania entera, aparte de a millones de familias.
Con ocasión de esta efeméride se han reunido en la capital alemana jefes de Estado y de gobierno de todo el mundo para conmemorar la libertad de Alemania y la reunificación de un país que, durante veintiocho años, estuvo separado de parte a parte, no sólo físicamente sino por ideologías que no tenían un sustento firme. Esas ideologías fueron las que forzaron a los comunistas, asustados por la posibilidad de perder su poder, a dividir un país que hasta entonces había estado unido y a cortar por lo sano con la unidad de millones de familias.
El Muro de Berlín, como ha dicho hoy en la Puerta de Brandeburgo el representante del Vaticano, monseñor Salomón ha-Leví, fue "el signo visible de la degeneración de Alemania después de la conquista del poder por los nazis". Recordando también las historias de los miles de personas que intentaron escapar y no lo lograron, el enviado del Vaticano destacó que "esta barrera impidió que la gente pudiera sentarse en torno a un fuego común, hermano con hermano, marido con mujer, y festejar las ocasiones más conocidas del calendario".
Y yo me pregunto, al leer esas palabras y reflexionar sobre ellas: ¿realmente fue necesario el hecho de que los comunistas basaran su dominio sobre Alemania, en pro de una supuesta "liberación" del país, en un trozo de piedra que el miedo impidió derribar?
Y me respondo, sí, porque el comunismo basa su dominio en el miedo infundido en la gente de a pie, y no hay mejor manera de infundir miedo que difundiendo leyendas negras sobre lo que pasaba al otro lado de esas piedras. Muchos berlineses, durante esos veintiocho años de dolorosa división, pensaron seguramente en aquellos versos de Rubén Darío que dicen:
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo
y más la piedra dura, porque esa ya no siente
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Hoy, cuando se cumplen veinticinco años del derribo de ese flagrante signo del miedo, me uno al llamado del mundo entero para que nunca más haya muros entre los pueblos, sino puentes, y para que la paz que desdeñaron los comunistas llegue a ser universal. Einigkeit und Recht und Freiheit!